viernes, diciembre 18, 2009

EJERCICIOS DE RECUPERACIÓN

Gramática
Pág. 21: 6, 7
Pág. 47: 2a, 2b, 2c, 3
Pág. 72: 1, 2, 3
Pág. 73: 4, 6a, 6b, 6c, 6e

Literatura
Pág. 133: a, b, c, d, e
Pág. 134: 2a, 2b
Pág. 137: b, c
Pág. 161: a, b, c

Expresión escrita:
Escribe un texto de unas 20 líneas que hable acerca de cómo es el barrio en el que vives. Intenta que sea un texto de características realistas.

martes, diciembre 01, 2009


Relato romántico

LA OSCURIDAD DE KRAT

Era una noche fría y de neblina baja que cubría pequeñas extensiones de bosque y algún que otro pueblo. La luna bañaba con su luz la neblina dándole un resplandor plateado que le otorgaba una atmósfera misteriosa y más densa, una noche normal para la mayoría de los habitantes del pueblo de Nirre. Una noche normal excepto para una figura, una figura alta y desgarbada que caminaba con paso lento por el bosque Krat. Una noche poco común para pasear por ese lugar, ya que, a pesar de ser una noche normal para la mayoría de los Nirrianos, era una noche para estar en casa, junto al fuego y contando historias de viejas. El bosque Krat era un lugar oscuro, quiero decir más oscuro de lo que puede ser un bosque de noche con neblina. Sus árboles eran tan altos y gruesos y tenían las ramas tan juntas y un follaje tan denso que la luz del sol (en este caso de la luna) no podía penetrar en su interior, provocando una oscuridad total, que se intensificaba con aquella densa niebla que era iluminada por el rayo lunar.

En cambio, para la figura oscura era la noche ideal para caminar por esos parajes, tenía sus propios motivos, unos motivos siniestros. De vez en cuando escuchaba ruidos a su alrededor, pisadas sobre el suelo lleno de hojas y plantas desconocidas para la sombra que crujían y hacían chasquidos provocando que el ser se girara mirando hacia todos lados con el corazón acelerado y un sudor frío recorriéndole la espalda. No conocía las tenebrosas historias de Nirre que hablaban de seres no humanos devoradores de carne, pero ¿Por qué no podía ser él uno de esos seres? de todas formas, no había nadie que pudiera observarlo con detenimiento. Otra sombra se arrastraba detrás del ser oscuro, pero no lo hacía conscientemente, sino que parecía que la oscura figura la llevase, estirando de ella por uno de los brazos. El pecho de la figura que caminaba se movía, en cambio el de la que iba por el suelo no, hecho que demostraba que ya no vivía. Además, una sustancia de color indefinido debido a la oscuridad del lugar, pero líquida y viscosa recorría la figura que caminaba, reluciendo cuando una rayo lunar atravesaba con gran esfuerzo la densa niebla que abrazaba a los dos seres del bosque Krat con sus brazos invisibles y les proporcionaba frío y humedad. Tras unas horas de larga caminata la neblina se levantó, dejando al descubierto los troncos nudosos y gruesos de los árboles, con algunas gotas que se habían formado debido a la humedad y que ahora quedaban sobre las hojas y recorrían sus troncos hacia abajo. La luna ganó la batalla con la niebla y llenó de luz el bosque, al menos las superficie de los árboles, ya que las ramas no querían compartir esa iluminación con nadie e intentaban quedarse con toda la que podían, impidiendo a las dos figuras que recibieran un poco de esa luz. Ahora las sombras estaban un poco más iluminadas y se diferenciaban algunos rasgos y algunos de los colores que los envolvían. Las hojas de los árboles eran de un verde vivo, pero, contra más abajo se estaba de las altas ramas el verde se iba perdiendo para dejar paso al negro y el gris, ya que la oscuridad impedía el crecimiento de las plantas más bajas. El cuerpo que caminaba era el de una mujer, una mujer ataviada con una capa negra y el rostro cubierto con una capucha del mismo color. Sus manos eran blancas y sus dedos estaban manchados de un líquido escarlata que contrastaba vivamente con el color de su piel. En su rostro cubierto de sombras se veía una mueca de miedo y de inquietud, vigilando siempre hacia todos lados. Su mano izquierda sostenía el brazo de una criatura sin sexo reconocible, una figura de piel celeste desnuda, sin órganos sexuales y sin rostro, no tenía boca, ni nariz, ni orejas, ni cabello, ni ojos, solo esa piel celeste. Lo único reconocible, a parte de la piel, eran dos brazos y dos piernas. El miedo que sentía la mujer que caminaba era igual de intenso y profundo como la noche que cubría Nirre. De pronto, una ráfaga de viento helado quiso arrebatarle la capucha a la mujer, pues ansiaba palpar su rostro con sus dedos invisibles, algo que llevaba tiempo sin hacer. La mujer no se quejó, además se dejó besar por él, con un beso dulce, sin labios, que rozó su mejilla con cautela y se alejó de ella dejándole nada más que un susurro ininteligible. La mujer intensificó su inquietud porque no deseaba que nadie la reconociera, aunque poca gente lo haría, pues los ciudadanos de Nirre hacía años que no querían saber nada del oscuro bosque de Krat y su amado viento nunca la había traicionado hablando de ella a desconocidos. Su rostro era del mismo color pálido que el de sus manos y su cabello igual de rojo que la sangre que cubría sus dedos. Sus ojos eran grises como nubes de tormenta, pero reflejaban terror y eran asustadizos. La cara era angulosa y sus orejas redondeadas y perdidas en su largo cabello rojo. La chica, que no debía de tener más de veinte años, se detuvo en seco cuando sus pies tropezaron con una piedra en el camino, que no había podido ver a causa de los pocos rayos lunares que le cedían las ramas. La mujer soltó el brazo de la figura azul. Se sentó en la roca y miró al Sin Rostro que había sido asesinado por los Gurt, los espíritus de Krat que los Nirrianos rumoreaban que habían sido árboles asesinados por humanos. Los nerviosos ojos de la muchacha recorrieron con rapidez el cuerpo del Sin Rostro. Sus ojos no alcanzaban a ver más de él. Entonces ocurrió… quizá por la oscuridad, o quizá por el miedo que la cegaba, de todos modos ocurrió. Una bola celeste pasó serpenteando por los árboles hasta encontrarse de frente con la esposa del viento. La muchacha levantó la cabeza para ver como la bola se introducía en su ojo. En ese instante sus rasgos se precipitaron cómo en un remolino por el ojo y éste se cerró para no abrirse nunca más, sus ropas se deshicieron y su cuerpo se tornó azul, tomando la misma estructura que su acompañante. El viento lloró con fuerza la pérdida de su amante y castigó el pueblo de Nirre con furia, destruyendo sus casas y transformando a los humanos que dormían plácidamente en sus calentitas camas o contaban historias en Sin Rostro (por este motivo se les llama a los Sin Rostro con el nombre de Nirre), matando a los árboles del avaricioso bosque Krat que había permitido que un Gurt le robase su esposa.

Alejandro Mateo



Relato romántico

21 de diciembre de 1839

Una lágrima lacerante recorre mi desvaído rostro mientras afuera de esta lóbrega estancia las nubes me acompañan desprendiendo su agua tras haber ganado su batalla contra el Sol. ¿Por qué cielo, por qué gozas lloviznar todos los días en los que asgo esta pluma y danzo ante el papel para ella? Cientos de letras encadenadas una tras otra me acompañan hoy, como todos los domingos desde hace ya cinco meses. Julio, agosto, septiembre, octubre y diciembre fueron marcados en mí, en mi mente, en mi corazón. Diecinueve hermosas semanas han trascurrido, y yo he ido observando cada rincón de tu esbelta figura de mujer. Tus marcados bucles, que te acompañan al compás de tus andares hacen que un sonoro suspiro salga de mi interior en busca de un remedio para enlazarse a ti y a tu alma. Amada mía, el universo intenta rebelarse ante nuestro amor, no quiere que nuestros caminos sean dirigidos hacia un mismo destino. Demetria, querida Demetria... tantas historias sostienen mi ser, tú y yo sumergidos bajo los versos de Shakespeare, tú serías mi Julieta y yo tu Romeo, juntos y escondidos hasta el final de nuestros días. Demetria, Demetria, Demetria, amor, quiero que un celestial susurro acompañe el viento y delicadamente roce mis oídos en la misa del próximo domingo, donde el ciclo volverá a empezar, día lluvioso, oscuro y frío tras los enfados de las nubes contra el cielo.

M. Àngels Ranchal



lunes, octubre 26, 2009

Sigfrido
Arriba, en la montaña, el lugar donde las ninfas y los seres más mágicos del bosque habitaban, yacía la doncella rodeada en un círculo ardiente. Sigfrido se sacó su yelmo y anudó un pequeño pañuelo tapando parte de su rostro para no inhalar el humo que aquel fuego que lo separaba de ella desprendía. El abejaruco, con el que anteriormente había estado conversando, le incitó a meterse entre llamas para poder salvarla de aquel sueño que tenía.

Audaz, sin querer echar marcha atrás, dispuesto a cualquier peligro, se introdujo en la órbita. Una fuerte llamarada se elevó cuando afanosamente pretendió acariciar el cuerpo de ella. Forjando la espada, logró desligajarse de aquel centelleo que casi le cuesta la vida, pero no se rindió. Volvió a intentarlo, sosteniéndola en sus brazos. Poco tiempo después, logró retirarla de aquel lúgubre lugar, tirando de ambos cuerpos atolondrados por la espesura del bosque. La incorporó delicadamente sobre la colosal piedra y posó levemente los labios sobre su frente.

Cuando hubo logrado despertarla de su prolongado sueño, cruzó el anillo maldito que aún conservaba por el dedo anular de ella, para hacerle recordar para siempre quien le había redimido de su terrible estancia entre las llamas, pero un escalofrío invadió todo el interior de Sigfrido, dejándole sin alma, sin aliento, sin vida. Había encontrado su verdadero amor y las premoniciones del pájaro de colores parlante habían sido ciertas.
M. Àngels Ranchal
Sigfrido

Muchos años habían pasado desde que Sigfrido abandonó la fragua de Mimir, el enano Nibelungo, y había matado al dragón. Ahora el audaz héroe cabalgaba a lomos de su valeroso caballo, Grani, atravesando el espeso bosque en el cual había penetrado siguiendo los rumores que los aldeanos del último pueblo en el que había acampado le contaron: un ogro atacaba las tierras del otro lado del bosque e impedía que pudieran viajar allí y hacer comercios con ellos. Sigfrido, impulsado por su deseo de ayudar a la gente y por demostrar su poder delante de aquél pueblo, decidió adentrarse en la espesura del bosque y visitar la ciudad vecina con el propósito de acabar con el ogro.

Cuando salió de aquél bosque, los rayos del sol le dañaron los ojos, pues las altas ramas de los árboles se encontraban tan juntas y eran tantas que no habían dejado pasar los rayos del sol. Su yelmo mágico le daba esta vez la apariencia de un hombre adulto con una barba abundante y negra que le caía desordenadamente por su pecho, un bigote igual de largo y unas cejas gruesas del mismo color que su barba. Bajo éstas, sus ojos fieros de color azul observaban las desoladas tierras, donde una alfombra de cadáveres reposaba en el suelo ennegrecido por el fuego que ardía alimentándose de las casas de madera. A lo lejos una montaña humeante podía verse y, sin pensarlo dos veces, el hombre agitó las riendas de Grani y saltó por encima de los cadáveres, guiado por su curiosidad. Cuando llegó al pie de la montaña, bajó de un salto del caballo, pues a pesar de su valor, ante tal montaña y prediciendo los peligros que ésta aguardaba, Grani se mostraba receloso. Sigfrido dejó allí a su caballo y comenzó a escalar la montaña humeante con agilidad, agarrándose a las piedras puntiagudas para impulsarse. En poco tiempo había alcanzado la mitad de esa montaña, y unas gotas de sudor se deslizaban por su frente para caer en la espesa barba y allí desaparecer. Hubo un momento en el cual una roca cedió bajo su peso y el vástago de Sigmundo perdió el equilibrio y rodó unos metros por las piedras, abriéndose algunas heridas superficiales en los brazos hasta que consiguió aferrarse con fuerza a un saliente. Unas horas más tarde llegó a la cima de la montaña, la cual era totalmente lisa. En el centro, un fuego ardía hecho con los restos del pueblo de abajo y una colosal criatura se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas, observando el baile de sobras que salían del fuego y cocinando a una vaca que había ensartado con un tronco pulido por él mismo. El gigantesco ser tenía una piel gruesa de color gris, no iba vestido y no tenía pelo en ningún lugar del cuerpo. Sus ojos eran pequeños y no tenían el brillo de la inteligencia. Cuando se dio cuenta de la presencia del valeroso héroe, emitió un gruñido y se puso en pie haciendo temblar la montaña entera. El monstruo medía más de cinco veces la altura de Sigfrido. El joven héroe blandió su espada por encima de la cabeza y el anillo maldito que llevaba en el dedo índice brilló deslumbrando al ogro que interpuso una mano enorme entre los ojos y el reflejo de la luz solar. En ese momento, el indomable monstruo se abalanzó sobre el héroe lanzando un grito potente y grave al aire. Sigfrido no pudo esquivarlo y recibió el golpe cayendo lo con unos cuantos huesos rotos. El gigante, perdiendo el interés sobre esa criatura débil y prácticamente sin carne se alejó sentándose de nuevo junto al fuego y volviendo la atención a la vaca.

Sigfrido cayó rodando por la montaña empeorando sus heridas y rompiéndose más huesos. La hierba amortiguó su caída y la hizo insonora, pero cuando el héroe llegó al suelo ya estaba muerto. Una ninfa salió del bosque al escuchar movimiento en esa montaña humeante, y cuando llegó al pie de ésta encontró a Sigfrido muerto. Lo cogió entre sus brazos y lo llevó al bosque donde se celebró un funeral entre todos los espíritus del bosque y ninfas y el cuerpo del antiguo héroe fue sepultado entre las hojas que en el otoño pasado habían caído. Así murió Sigfrido, hijo de Sigmundo, asesino del gigante que se transformó en dragón, Farnir. Algunos dicen que la muerte estaba escrita desde que el anillo maldito brilló sobre el dedo del héroe, pero no hubo nadie allí para afirmarlo.
Alejandro Mateo

Sigfrido y el dragón

El sol resplandeciente despertó a Sigfrido de un sueño profundo durante el cual recordó la leyenda del anillo maldito de los nibelungos.


Desde que podía entender el idioma de los pájaros, Sigfrido, con miedo a su terrible futuro, se escondía con Mimir en su fragua, ambos trabajaban afanosamente forjando espadas y yelmos para guerreros sin un destino conocido. Temeroso, solo salía cuando era necesario comprar herramientas o para ir a buscar alimento. Mimir le miraba de reojo negando con la cabeza, pensando: “Este chico fue en un tiempo no tan lejano un astuto y audaz guerrero, pero se ha perdido en la oscuridad de su triste final”.


Los pedidos escaseaban en la fragua y Sigfrido mataba el tiempo contando las hojas caídas en el suelo. Un día Mimir se le acercó lentamente por detrás y le incitó a que fuera a dar un paseo por el bosque. Él se negó en redondo pero Mimir insistió y al fin Sigfrido se levantó y echó a andar hacia la arboleda. Caminó con pesadez, al fin llegó a un pequeño claro donde, para su sorpresa, un mujer joven estaba tendida, por su ropa Sigfrido supo que era una campesina. El cuerpo hizo ademán de levantarse, con un gran calambre recorriendo-la , después cayó inerte al suelo. Sigfrido se acercó, poco a poco, al cuerpo hasta que una colosal serpiente de color amarillo y rojo le paró en seco. Enseñó sus grandes dientes afilados al mismo tiempo que el cuerpo de la mujer volvía a tener un espasmo. Sigfrido miró a su alrededor y blandió un palo. La lucha fue intensa pero al fin Sgfrido le dio en la cabeza y la serpiente cayó muerta al lado de la mujer. Sin tempo de secarse el sudor, corrió hasta llegar al lado de la joven y se arrodilló a su lado, era hermosa. Sigfrido se fijó en su muñeca y horrorizado vio los dos puntos negros de la mordedura de serpiente. Con un rápido movimiento se llevó la muñeca de la mujer a sus labios y succionó todo el veneno.
Se despertó respirando entrecortadamente, la luz de la Luna iluminaba el claro. Le dolía el cuerpo, al acordarse de los sucedido se tocó la muñeca y vio a su lado a un joven de su edad con sangre, su sangre, en la boca. Lo tocó, estaba frío, no estaba.

Júlia Gil

miércoles, septiembre 16, 2009

martes, mayo 05, 2009

domingo, marzo 01, 2009


Concurso literario de Sant Jordi





Temas:

El sueño de una noche de verano
Crimen y castigo
Niebla
César o nada
Morir por cerrar los ojos
La sombra del ciprés es alargada
Nada
Tiempo de silencio
Últimas tardes con Teresa
Cien años de soledad
¿Qué me quieres, amor?
Mañana en la batalla piensa en mí


domingo, febrero 15, 2009

La alegría ha venido

Mi tristeza se ha ido,
y mi dolor ha desaparecido.
La bondad ha venido,
y la pobreza se ha ido.
Como todo lo malo para ser prohibido.

La alegría ha venido
y la tristeza se ha ido.
Nuestra obligación será
disfrutar la vida
hasta el día en que se irá.

Quim Not
Lo que duele el amor

Hace ya un tiempo solo me dejó,
lo que queda es su imagen
y cien rosas de color carmín.
No paro de lamentarme
por su desgraciada muerte,
pero mil recuerdos guardo
de aquellas tardes por el Mediterráneo.
Ella se fue de este mundo
y yo aquí, moribundo,
lloro por ella.
Tanto amor
se convirtió en duro dolor.

Núria Selva

Su amor no era correspondido,l

lamándola con un canto,

cada día desesperado,

se lamentaba de no haberla amado.


Pensó mal de su amor,

y por eso siente dolor.

Cada día huele su olor

de perfume a rosas u otro olor.


Él, al verla, le sube la alegría,

que se termina al acabar el día.

Piensa en un mundo donde la alegría

nunca se acabe en un día.


Prisionero y atado se ve a ella,

de amor, pero también de odio,

por saber que ésta correspondió a otro amor.


Miriam Camacho
Lógica y maestría

No intentes ahogar a pez en el agua.
No intentes coger pájaro al vuelo.
No intentes vencer a mamífero en celo.
No intentes correr al lado del jaguar.
Procura nadar antes que bucear.
Procura gatear antes que andar.
Procura levitar antes que volar.
Procura pensar antes que hablar.

Marc Moya
Poema

La flor se caía lentamente
palpitando el suelo,
tendía a caer al fondo
del pozo viejo.
Una larga primavera
tenía como consuelo,
mientras un triste invierno
lo cubría de hielo.
La triste flor,
inmune a todo esto
seguía cayendo
sin ningún complejo
hasta llegar al fondo
del pozo viejo.

David Carbó
Soy feliz

Felicidad, una palabra y mil sentidos.
Cuando la tienes, la ignoras;
cuando no, la extrañas.
La felicidad es como una flor,
como un nenúfar a la luz de la luna.
Ser feliz es como abrirte a la vida.
Una cárcel de coloridas flores.
Nadar en aguas dulces.
Como los ríos que fluyen desde sus cascadas
y llegan, al fin, a un lago de turquesas aguas.
Felicidad, felicidad,no podría vivir sin ti.

Berta L.
MI GRAN DESEO

Qué odio tengo dentro de mí,
odio pero al mismo tiempo amor.
Sólo te rogué que no me decepcionaras
y tú te fugaste con ella,
me dejaste sola aquí,
perdida en versos que sólo hablan de ti.
Tu castigo,dormir con ella
pero soñar conmigo.
Mi gran deseo,
verte ahogado en tus propias lágrimas,
como quedé yo por ti.

Alexandra Gil


Sin camino alguno

Los días iban pasando
como el papel que vuela,
sin destino alguno.
Cansada de esperar
fui en busca de aquel sueño.
Desesperada por no encontrar y
derrumbada en aquella soledad
fui en busca de algun lugar.

Selena
Las trincheras


Yo, aquí

defendiendo las trincheras

como buen soldado que soy,

sorprendido por las muertes

de mis compañeros

y no tan compañeros.

Esto no es justo.

Somos como dos bandos distintos,

peleándose como críos,

pero con armas que llevan muerte

y más muerte.

Lo únicoque conseguimos

es matar a gente inocente.

Reflejo erróneo


Me miro en el espejo
y no consigo ver mi reflejo.
Sólo hay inseguridad,
sólo hay miedo a la verdad.
Quiero poder ser quien soy,
quiero poder quitarme
la máscara que llevo hoy.
Allá por donde voy veo
casas, personas, flores,
sonidos y olores.
Todo me recuerda que
por intentar ser quien no fui
te alejaste de mí.
Quiero poder ser quien soy,
quiero poder quitarme
la máscara que llevo hoy.
Me equivoqué,
mi mundo destrocé.
Ahora sólo quiero ser quien fui
y poder huir lejos de aquí.

RAM







sábado, enero 31, 2009

Cómo participar en el moodle
Vídeo tutorial


jueves, enero 29, 2009

Contenidos del examen de Literatura

Métrica:
1.1. Número de sílabas (medida)
Particularidades (sinalefa, dialefa, palabras esdrújulas y agudas)
Nombre del verso (octosílabo, endecasílabo, alejandrino)
Arte mayor / arte menor
1.2. Rima
Asonante / consonante
1.3. Esquema métrico
1.4. Principales estrofas:
Pareado, terceto, cuaderna vía, cuarteto, redondilla, serventesio, cuarteta, copla de pie quebrado, soneto

Historia de la literatura
2.1. Edad Media
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
Jorge Manrique
Romancero
2.2. Renacimiento
Garcilaso de la Vega

domingo, enero 25, 2009


Este es el libro que tenéis que comprar este trimestre. Para empezar a hacer boca, podéis ver este vídeo.



jueves, enero 22, 2009


Soneto XXIII
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

Garcilaso de la Vega